Sobre el CORONAVIRUS, la COVID19 y la salud

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sobre el coronavirus

Somos naturaleza. Cualquier agresión al medio es una autoagresión. Cuidar lo que nos rodea es cuidarnos a nosotros.

El agente infeccioso, virus o bacteria, es imprescindible para que se produzca la enfermedad infecciosa, pero no es su causa. Los portadores, las personas que tienen el microorganismo pero que no desarrollan la enfermedad, son la prueba de su inocencia. Son las alteraciones del ecosistema interno o terreno (falta de higiene, desnutrición o sobrealimentación, consumo de drogas, exceso de medicación…) y externo (contaminación, cambio climático, manipulación genética…) del individuo las que hacen que el terreno se modifique y favorezca el avance y desarrollo de la infección.

Mientras la prioridad sea combatir el microbio con fármacos que deterioran más el terreno y fomentan las recaídas o reinfecciones y las resistencias a la medicación, se hará difícil disminuir las enfermedades infecciosas. Es necesario también el abordaje desde disciplinas médicas enfocadas en la mejora del terreno/inmunidad (medicina naturista, medicina tradicional china, homeopatía…) y dejar el tratamiento farmacológico, cuando existe y es eficaz, para las situaciones en que la intensidad y agresividad del virus o bacteria lo requiere.

Nuestra propuesta para reducir los casos de covid-19 con sintomatología, y por tanto susceptibles de ser tratados y de saturar las consultas médicas, además de todas las medidas que se están implementando actualmente para evitar la propagación del virus y el colapso del sistema sanitario, es mejorar el terreno (estimular la inmunidad general: específica e inespecífica) para que aquellos que reciban el virus no manifiesten la enfermedad, o la padezcan de la forma más leve posible.

En este artículo se incluyen consejos prácticos para la prevención de la covid-19 durante la epidemia, para realizar durante la infección, y para seguir un estilo de vida saludable que nos ayude a disminuir el riesgo de contraer cualquier enfermedad.

La naturaleza no es tan incoherente como para obligarnos a hacer una prevención para cada enfermedad al mismo tiempo. Esto es imposible. Existen unos hábitos, una forma de vida, que favorece la homeostasis o equilibrio interno y nos ayuda a mantenernos sanos y a recuperar la salud cuando la perdemos.

Salud y enfermedad 

El ser humano, como decía Élisée Reclus, “es la naturaleza tomando consciencia de sí misma”. Somos naturaleza y por tanto la salud de nuestro entorno es nuestra propia salud. Un cambio en los ecosistemas de los que formamos parte es un cambio en nuestro interior. Cualquier agresión al medio es una autoagresión. Es interesante reflexionar como la naturaleza tiene sus mecanismos de autorregulación eliminando a su agresor a través de la enfermedad.

El estado de salud refleja, por tanto, el equilibrio entre el ser humano y su entorno, y la armonía interna de sus funciones. La enfermedad, en general, no es una situación casual ni accidental, ni un conjunto de síntomas, es un estado del organismo consecuencia natural de una manera de vivir.

Cómo se originan las infecciones

La infección (no sólo como contacto, sino como enfermedad que se desarrolla) se produce cuando se alteran las normas de convivencia, tanto a nivel local (ecosistema interno del individuo) como general (ecosistema que envuelve al individuo). Cuando a un microbio se le facilita el acceso o la puerta de entrada a un organismo previamente debilitado, o cuando el organismo donde reside se debilita bruscamente, se produce el estallido sintomatológico de la infección.

Las agresiones al medio ambiente (contaminación, cambio climático, destrucción y ocupación de hábitats propios de otros animales, que facilitan el salto de microorganismos de unas a otras especies, manipulación genética, armas biológicas…) ; la falta de higiene, o de las necesidades básicas como el agua potable o el alimento imprescindible; la sobrealimentación con el acumulo de catabolitos o detritus en el espacio intercelular de donde se nutren las células; el alto consumo de drogas blandas (tabaco, alcohol…) y duras, cuyas toxinas se depositan en los tejidos; un exceso de medicación, muy en especial los productos inmunosupresores; son algunos ejemplos de cómo el ser humano con este comportamiento altera su equilibrio interno y el del medio que le rodea, creando nuevos microorganismos, o haciendo que microorganismos ya existentes, inofensivos para las personas, muten cambiando su  agresividad, o invadan zonas del cuerpo que le estaban barradas hasta ese momento por un sistema inmunitario sano anteriormente.

Ramón y Cajal decía en su obra “Anatomía patológica general y fundamentos de bacteriología”: “Las infecciones se deben, antes que a la especie microbiana, al terreno orgánico que la infección coloniza”. 

El agente infeccioso, virus o bacteria, es imprescindible para que se produzca la enfermedad infecciosa, pero no es su causa. Los portadores, las personas que tienen el microorganismo pero que no desarrollan la enfermedad, son la prueba de su inocencia. Son las alteraciones del ecosistema interno y externo del individuo las que hacen que el terreno se modifique y favorezca el avance y desarrollo de la infección.

Cómo prevenir las infecciones

“Lo que previene cura”, dice un aforismo Hipocrático. “No existen enfermedades locales; existen enfermedades en el individuo que le afectan a todo él y que se expresan a través de los diferentes órganos “, reza otro aforismo médico.

Aunque puede haber matices en las diferentes patologías, no existe una prevención particular para cada una de ellas. Al igual que la enfermedad, cualquiera que sea, afecta a todo el organismo, la prevención es una. La naturaleza no es tan incoherente como para obligarnos a hacer una prevención para cada enfermedad al mismo tiempo. Esto es imposible. Existen unos hábitos, una forma de vida, que favorece la homeostasis o equilibrio interno y nos ayuda a mantenernos sanos y a recuperar la salud cuando la perdemos. Entre esos mecanismos de autorregulación u homeostasis está la inmunidad, no como algo separado, sino formando parte del conjunto.

Por tanto, toda prevención, la de cualquier patología, incluida la de las enfermedades infecciosas, pasa por mantener unos hábitos de vida saludables. Esto en cuanto lo que depende de nosotros directamente. Pero no podemos evitar, aunque sí intentarlo, que se sigan provocando cambios en nuestro medio, influidos por la sociedad, los intereses políticos y, en el origen de todo, económicos. 

Cómo tratar las infecciones

De los tres factores necesarios para la infección (microorganismo, medio ambiente y terreno), habitualmente el tratamiento convencional, la mayoría de las veces, sólo aborda la supresión del virus o bacteria con fármacos antiretrovirales o antibióticos. A veces, interviene en el medio ambiente aconsejando actividades, lugares o contactos a evitar. Y pocas veces tiene en cuenta el terreno donde crece y se desarrolla la infección, cuando, como acabamos de explicar, aquí reside la verdadera causa de la infección.

Mientras la prioridad sea combatir el microbio con fármacos que deterioran más el terreno y fomentan las recaídas o reinfecciones y las resistencias a la medicación, se hará difícil disminuir las enfermedades infecciosas. Es necesario también el abordaje desde disciplinas médicas enfocadas en la mejora del terreno/inmunidad (medicina naturista, medicina tradicional china, homeopatía…) y dejar el tratamiento farmacológico, cuando existe y es eficaz, para las situaciones en que la intensidad y agresividad del virus o bacteria lo requiere. Hemos de ir hacia un tratamiento integrativo escogiendo lo mejor para la persona en cada momento, evitando ante todo perjudicar al paciente, y sabiendo que también existen alimentos y preparados fitoterapéuticos con actividad antibiótica y antiviral, que en algunos casos pueden reducir el uso de fármacos.

El coronavirus SARS- CoV-2

covid-19, coronavirus

Dentro de la familia de los coronavirus, el coronavirus SARS-CoV-2 (también denominado coronavirus 19) es el responsable de la epidemia actual de la enfermedad llamada covid-19. Como es un virus identificado recientemente no se le conoce suficientemente como para hacer previsiones de futuro.

Sí se sabe que se propaga muy rápidamente, que tiene predilección por instalarse en los alveolos pulmonares, que su sintomatología es similar a la producida por el virus de la gripe (fiebre, tos seca, fatiga…), que su tiempo de incubación es de 4 a 6 días, y que la duración de la enfermedad, si se manifiesta, es de una semana aproximadamente, aunque se han encontrado restos del virus hasta 21 días después del inicio de los síntomas. El tiempo de recuperación es de dos semanas en casos leves y de tres a seis semanas en los casos graves. Se considera que el contagio se puede producir a partir del tercer día de contraerlo, antes de que aparezcan los síntomas, y podría mantenerse mientras duren estos.

El contagio se produce de persona a persona a través de las pequeñas gotas que se expanden al salir de la boca o la nariz de un afectado, cuando tose, estornuda o exhala, o simplemente habla. Estas gotas pueden permanecer en el aire hasta 30 minutos, y después depositarse en los objetos (la propia ropa) y superficies cercanas (hasta 1,5 metros desde donde se estornudó con fuerza). El contacto de nuestras manos con estas gotas, es la vía más frecuente de contagio. Se estima, que, según el material en que estén, estas gotas pueden mantener el virus activo de horas hasta nueve días.

Con los datos recogidos hasta ahora (se modifican constantemente), se puede decir, de forma aproximada, que, sobre 1000 casos, la mayoría, 900, serán asintomáticos y 100 mostrarán síntomas. De estos 100, 80 lo sufrirán como una fuerte gripe, 15 padecerán una neumonía bilateral con problemas para respirar, y 5 presentarán una fibrosis pulmonar que necesitará ingreso a la UCI y respiración asistida. Probablemente 3 fallecerán y 2 quedarán con secuelas graves. La letalidad que empezó siendo de un 3%, parece que se incrementa con la irrupción de la infección en los diferentes países, y ya se habla incluso de un 5-8%. Estas cifras hay que ponerlas en cuarentena porque no se conocen, por falta de posibilidades de diagnóstico global, los casos reales de infección, que probablemente son muchos y disminuirían el porcentaje de letalidad.

Las personas de riesgo o más afectadas son las que tienen bajas defensas o están inmunodeprimidas por toma de medicaciones como corticoides, quimioterapia u otros inmunosupresores; mayores de 70 años; pacientes con enfermedades de base (respiratorias, cardiovasculares…) complicadas… Parece ser que la toma de antiinflamatorios como el Ibuprofeno no está recomendada porque favorece la colonización de los alveolos pulmonares por el coronavirus. Se aconseja el paracetamol que es analgésico y antitérmico, pero no antiinflamatorio.

La covid-19, por lo que se conoce hasta ahora, tiene una evolución muy impredecible. Pero podemos decir claramente, que, a pesar de su espectacular incidencia en la vida cotidiana, en la política y en la economía, es una enfermedad con una mortalidad muy inferior al cáncer, a las enfermedades cardiovasculares, a la diabetes, a la gripe… y a la miseria y el hambre.

Prevención y tratamiento convencional de la enfermedad Covid-19

Como hemos mencionado, en la infección intervienen tres factores. En este caso el microorganismo, el coronavirus SARS-Cov-2, el medio ambiente propicio para mantenerse y propagarse (clima, aglomeración de personas…) y el terreno que es la persona que recibe el virus.

De momento no hay tratamiento farmacológico eficaz contra el virus. Dada la rápida expansión del virus, todos los esfuerzos se están haciendo para evitar su propagación con las medidas de aislamiento de la población, la utilización de mascarillas y las medidas higiénicas como el lavado de manos y la desinfección de los objetos y mobiliario. La mejora del terreno, o estado de salud de las personas, resumido en unas buenas defensas o en una buena respuesta inmunitaria, no es abordada. Probablemente porque en una formación médica basada en combatir la enfermedad, más que en fomentar la salud, el conocimiento de los mecanismos de autorregulación del cuerpo y la forma de ayudarlos en su función no es materia muy conocida.

Se espera la vacuna como medida preventiva, pero todos sabemos, como sucede con la gripe, que los virus mutan periódicamente, y los anticuerpos que genera la vacuna y que hoy pueden ser efectivos, casi con seguridad no lo serán el próximo año. Además, la eficacia de estas vacunas no es muy alta (la de la vacuna de la gripe en la temporada 2018-2019 fue de entre un 32% y un 43% en Europa), y pueden producir algunos efectos secundarios de momento desconocidos, que hacen difícil valorar el riesgo-beneficio para la salud (no en cambio para la economía de quien la comercializa). La vacuna puede ser una esperanza para disminuir algunos casos de infección, pero no una solución.

Prevención y tratamiento integrativo de la enfermedad Covid-19

Es bueno recordar aquí que la vía fisiológica que sigue el organismo para defenderse del exterior, es en primer lugar, el sistema de la inmunidad innata o inespecífica (barrera de la piel, lisozimas, monocitos macrófagos, células killer, proteína C reactiva, interferones, sistema del complemento…) que se moviliza ante cualquier estímulo externo, y que por lo tanto es común para cualquier tipo de infección. La mayoría de las veces esta reacción neutraliza la agresión. Si no es suficiente o al mismo tiempo, el propio organismo moviliza la inmunidad específica: una reacción inmunitaria concreta (anticuerpos) para los antígenos de cada agente infeccioso.

El sistema inmunitario inespecífico y el específico actúan conjuntamente, potenciándose el uno al otro. La inflamación es un medio que utiliza el organismo para dirigir todos estos elementos defensivos a la zona infectada. Este es el proceso fisiológico que se produce ante cualquier enfermedad infecciosa.

El principio de la vacuna se salta la vía fisiológica. Se basa en estimular exclusivamente la inmunidad específica: un agente infeccioso, una vacuna. Es decir, que, para una prevención global, es necesaria una vacuna para cada patología, y las debidas dosis de recuerdo. Algo difícil de conseguir, no estando exenta de riesgos (ningún organismo está preparado para recibir al mismo tiempo varios estímulos infecciosos), con un alto coste económico para la población, y con una eficacia real dudosa en muchos casos, como es el que estamos tratando.

Nuestra propuesta para reducir los casos de covid-19 con sintomatología, y por tanto susceptibles de ser tratados y de saturar las consultas médicas, además de todas las medidas que se están implementando actualmente para evitar la propagación del virus y el colapso del sistema sanitario, es mejorar el terreno (estimular la inmunidad general: específica e inespecífica) para que aquellos que reciban el virus no manifiesten la enfermedad, o la padezcan de la forma más leve posible.

La mejora de la salud del paciente, del terreno, de sus defensas, de su sistema inmunitario, es una barrera para la multiplicación del virus, y un recurso eficaz para combatirlo cuando ya se ha activado con toda sintomatología que le acompaña. Volvemos al aforismo de que “lo que previene, cura”.

Evidentemente es necesario reconocer aquí que un cambio en el terreno, en el estado de salud, no es algo que se consiga en un día, ni en una semana. Requiere de todo un cambio de mentalidad y de hábitos. Es un replanteamiento del sistema de vida. Pero sí que tenemos recursos para aumentar la inmunidad de forma rápida y para ayudar a tratar sintomatológicamente la covid-19. 

Consejos prácticos

Para la prevención durante la epidemia (pandemia)

Vitamina C
  • Tomar suplementos que contengan en su composición Vitamina C, própolis, equinácea, tomillo…; preparados con lapacho o pau d’arco (potente antivírico natural) o de hongos inmunoestimulantes (maitake, reishi, shiitake) …  para aumentar la inmunidad y combatir el virus. No es necesario tomarlos todos al mismo tiempo. Escoger dos de ellos y tomarlos en la dosis indicada.
  • Como alimentos reforzantes de la inmunidad podemos incorporar jalea real o polen (una toma diaria de uno de ellos), levadura de cerveza o nutricional (dos o tres cucharadas soperas diarias en ensaladas, o con caldos vegetales o zumos naturales).
  • Beber durante el día, fuera de las comidas, infusiones de tomillo y jengibre.
  • La canela es una especia con propiedades antivíricas, y el aceite de coco, en varios estudios, ha demostrado actividad antivírica para los coronavirus. Su uso en la cocina es recomendado.
  • En ayunas o a media mañana, cuando siente mejor, tomar un zumo de fruta cítrica recién exprimida, rica en vitamina C (limón, naranja, mandarina, pomelo…), o una macedonia con alguna de estas frutas a las que se le puede añadir kiwi, piña, fresones…
  • En la dieta reducir el consumo de lácteos, huevos, y proteína animal, y aumentar el de ensaladas (con ajo y germinados), de fruta y verdura. Consumir frutos secos crudos y productos integrales (la pasta, los cereales…). Y si es posible, que los alimentos sean biológicos u orgánicos.
  • Procurar evacuar diariamente. El estreñimiento crónico es una fuente de fermentaciones y putrefacciones intestinales que produce catabolitos tóxicos que se reabsorben y alimentan el terreno para las infecciones. Si es necesario ayudarse con alimentos laxantes (ciruelas secas y semillas de lino en maceración). Un enema es una ayuda excelente.

Para realizar durante la infección 

No podemos olvidar, que al igual que en la gripe, el tratamiento convencional de la covid-19 consiste en acompañar la enfermedad para aliviar los síntomas y evitar las complicaciones graves.

  • Aplicar los mismos consejos que para la prevención, pero haciendo una dieta líquida, o máximo con alguna fruta, mientras haya fiebre.
  • La fiebre es un mecanismo de defensa del organismo para superar la infección. Con la elevación de la temperatura por encima de 38ºC, además de frenar el crecimiento microbiano, el interferón, proteína que produce el organismo y que tiene capacidad antivírica y antibacteriana, se hace hasta tres veces más potente en su actividad, y la producción de linfocitos T, células del sistema inmunitario, se incrementa hasta veinte veces. Las combustiones internas que se producen en la fiebre por el aumento de temperatura, destruyen las sustancias morbosas, desintegrándolas y haciendo posible su eliminación a través de los emuntorios orgánicos (sudor, orina, respiración…). Este efecto no sólo se produce sobre los posibles tóxicos de origen bacteriano, vírico, medicamentoso, etc. que acaban de llegar al organismo, sino también sobre los depósitos de catabólicos orgánicos que llevan tiempo produciéndose, contribuyendo a que pasada la fiebre el paciente recupere la vitalidad y alcance un grado de salud superior al anterior al proceso febril. Por todo esto, no aconsejamos suprimir inmediatamente la fiebre, sino acompañarla, evitando que supere los 40°C, con las medidas citadas anteriormente: dieta líquida con caldos vegetales, zumos, infusiones (de tila y sauco, que son plantas diaforéticas, que provocan sudor) y suplementos inmunoestimulantes, y, si es necesario, un enema. Además, reposo.
  • Las clásicas envolturas de tronco (una tela de hilo u algodón sumergida en agua fría y escurrida, rodeando el tórax, envuelta por otra tela seca, más ancha, y una exterior de lana), de más de dos horas de duración, ayudan a transpirar y a bajar la temperatura del paciente al colaborar con la fiebre en la eliminación de tóxicos. Este es un remedio habitual, y muy efectivo, en medicina naturista.
  •  Si a pesar de todo, la temperatura supera los 40°C, o la fiebre alta se prolonga más allá de cuatro o cinco días, se puede reducir con paracetamol, pero no con ibuprofeno.
  • Si hay síntomas importantes de disnea (falta de aire), sí que es imprescindible ir al hospital a hacer una placa de tórax para ver si hay afectación pulmonar, y si es así tratarla además farmacológicamente. Aprovecho para agradecer a todos los sanitarios que están recibiendo a los pacientes graves de la covid-19, el esfuerzo y sacrificio que hacen para ayudarles.
  •  Vahos (baño de vapor de vías respiratorias)

Este es un tema controvertido porque no ha habido todavía experiencia clínica suficiente para valorar su eficacia o su riesgo. Aunque en base a los resultados positivos en resfriados y gripe, se puede pensar que en la covid19 puede ser de ayuda, también se comenta que las gotitas de vapor de los vahos pueden trasladar el coronavirus de las vías respiratorias altas a los alveolos pulmonares, en las primeras inhalaciones, sin dar a tiempo que el calor actúe sobre el virus. Por este motivo, ante la duda, lo mejor es tomar la decisión más proteccionista para el paciente que es no hacer los vahos.

Para la prevención general

Como hemos dicho anteriormente, no es viable una prevención para cada enfermedad. La naturaleza nos ha dotado de unos mecanismos de homeostasis o autorregulación que nos permite mantenernos en salud manteniendo un estilo de vida de acorde con su lenguaje, presente en nuestro ecosistema y en todos aquellos ecosistemas que nos rodean. Mantener nuestra salud es mantener la salud de nuestro entorno.

Unos consejos generales (en lo que depende de nosotros como individuos, no como sociedad) que pueden servir para mantenernos sanos y dificultar la aparición de cualquier patología, incluida infecciosa, son los siguientes.

  • Ser ordenado

Ser regular en el horario de comidas y en el de descanso. Dormir como mínimo unas ocho horas para reparar el desgaste diario.

  • Hidroterapia matinal

Al levantarse es aconsejable tomar una ducha caliente seguida de unos segundos de agua fría, para empezar el día con vitalidad. Finalizar siempre la ducha o baño, sea cual sea la hora del día y la fecha del año, con agua fría. Este ejercicio cardiovascular es necesario para la prevención de resfriados y la salud de las arterias. El agua fría nunca puede perjudicar si el cuerpo está caliente.

  • Ejercicio o actividad física diaria

Es conveniente practicar diariamente una actividad física para fortalecer nuestro organismo y descargar tensiones. Sería ideal practicarla al aire libre si es posible. El paseo es una buena opción. Es fundamental aprender a respirar bien.

  • Evitar los hábitos tóxicos

El tabaco, las bebidas alcohólicas, el café… son sustancias tóxicas que, tomadas regularmente, crean adicción y sobrecargan el hígado, riñones, pulmones… Si se toman, mejor de forma puntual.

  • Cuidar la dieta

Es recomendable comer diariamente abundantes frutas, verduras, cereales integrales y frutos secos, preferiblemente de cultivo ecológico. Hay que controlar el consumo de carnes, pescados, huevos y productos lácteos, no tomándolos más de dos o tres veces a la semana. Deben evitarse en las comidas, de forma habitual, los alimentos refinados, vísceras, mariscos y embutidos.

  • Beber suficiente agua o líquidos

Lo adecuado, es beber de uno (en invierno) a uno y medio o dos litros (en verano) de agua o líquidos diarios. El agua nutre los tejidos y arrastra las toxinas hacia el exterior a través de la orina y el sudor. Dependiendo de la dieta (si es más o menos hidratada) y la actividad física realizada, estas cantidades pueden variar.

  • Un tiempo para el ocio

Es necesario encontrar espacio durante el día para uno mismo. Practicar una afición, como leer, escribir, pintar… ayuda a nuestra realización personal.

  • Saber compartir

Hay que aprender a recibir ayuda y darla; a escuchar y hablar. Hay que ejercer la solidaridad.

  • Flexibilidad mental

Ser tolerante con la opinión de los demás y desarrollar el sentido del humor es imprescindible para mantener nuestra salud física y psíquica.

  • Respetar el entorno

Recordemos que el ser humano no es el centro del universo, y más que a dominarlo ha de aprender a entenderlo y a situarse armónicamente en él respetando todo lo que le rodea, porque la supervivencia del medio en que vivimos es nuestra propia supervivencia.

Reflexión final

Estamos siendo protagonistas de una situación nueva, que nos impacta directamente, y que cuestiona nuestra forma de organización, de vida y la relación que mantenemos con la naturaleza que nos sustenta y de la que formamos parte. 

La covid-19, como toda enfermedad, nos interpela y nos cuestiona el día a día, y nos ofrece la oportunidad de cambio. Si optamos por mejorar nuestros hábitos y alinear nuestros proyectos vitales con nuestra realidad, no solo estaremos reduciendo el riesgo de una nueva infección, si no de cualquier patología y en cualquier etapa de la vida. Una persona puede llegar a una edad muy avanzada con una buena salud y una buena inmunidad.

Si, además, como sociedad, no perdemos la perspectiva de que la salud del entorno es nuestra propia salud, estaremos contribuyendo a mejorar nuestro futuro y el del planeta.

Pedro Ródenas, Médico naturista de “Integral. Medicina Integrativa y escuela de salud”. www.integralcentremedic.com

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